A pesar de que la población mundial haya estado confinada debido a la pandemia de la COVID-19, los niveles de CO2 han batido récords. ¿A qué se debe este suceso y qué significa que pase esto?
El efecto invernadero es un problema cada vez más hablado. La mayor parte de los países están trabajando codo con codo para poner una solución a un problema que nos afecta a nosotros y a las futuras generaciones.
En lo últimos meses, las mediciones de dióxido de carbono, principal gas del efecto invernadero, confirmaron un 17% de concentración en la atmósfera. Una cifra relativamente baja a causa del descenso producido por la pandemia del coronavirus. Aun así, las cifras siguen siendo preocupantes.
Un crecimiento que no cesa
La comunidad científica lleva registrando los niveles de CO2 desde 1958. Si comparamos el primer registro con el más reciente, los niveles de dióxido de carbono son ahora casi 100 partes por millón más altos. En el mes de abril la concentración fue de 416,21 partes por millón (ppm).
En mayo del presente año, el Observatorio Mauna Loa en Hawái registró la cifra de 417,1 partes por millón. La cifra más alta registrada hasta el momento y a pesar de que la población estaba confinada.
Pieters Tans, científico de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos explicaba que «estos resultados muestran cuán difícil es y el enorme trabajo que supone disminuir las emisiones. Realmente hemos estado emitiendo una gran cantidad de calor a la Tierra durante mucho tiempo».
Aumenta el dióxido de carbono a pesar de la pandemia
Es cierto que la pandemia de la COVID-19 puede que haya provocado una caída en las emisiones de gases de efecto invernadero, pero en este caso se tiene en cuenta la presencia de este gas en el aire.
Las cifras anuales han aumentado de manera exponencial: en la década de los sesenta el promedio era de 0,8 ppm y en la década de los 2000 la cifra anual era de 2,0 ppm. Las causas de esta subida son las emisiones producidas por el ser humano a la hora de producir energía, emplear transportes y la actividad industrial.
«El brote de coronavirus ha hecho más bien poco a la hora de influir en los niveles del CO2. La acumulación de dióxido de carbono actúa como la basura en un vertedero. A medida que seguimos emitiendo, se sigue acumulando. La pandemia ha ralentizado las emisiones, pero no lo suficiente para hacer un cambio importante», explicaba Ralph Keeling, geoquímico y director del proyecto Oceanográfica Scripps en Mauna Loa.