Alumbrado público, farola, iluminación

De la lámpara de gas al control remoto: así ha evolucionado el alumbrado público

Desde que surgieron las primeras farolas en el mundo, estas han ido evolucionando para adaptarse a los nuevos tiempos. Actualmente, el alumbrado público hace mucho más que iluminar las calles por la noche. En BlogThinkBig.com te contamos de lo que son capaces las farolas del siglo XXI.

Telefónica, Ferrovial Servicios y Tellink Sistemas de Comunicación han encontrado una solución para la gestión del alumbrado público basándose en el Internet de las Cosas (IoT).

Este nuevo sistema permite controlar en remoto y a tiempo real cada punto de luz de forma individual o en conjunto. La herramienta permite monitorizar el alumbrado según diferentes parámetros como pueden ser el nivel de energía o el grado de luminosidad dependiendo de las condiciones climáticas. El objetivo es buscar la mayor eficiencia energética controlando el consumo.

Con esta mejora del alumbrado público, que estará disponible en varias ciudades de España, es conveniente echar una mirada al pasado sobre la iluminación nocturna de las calles.

De las lámparas de gas a farolas con tecnología led

Puede parecer extraño, pero los primeros sistemas de iluminación surgieron en las antiguas civilizaciones de Mesopotamia y Egipto donde utilizaban lámparas de terracota y de cobre respectivamente.

Pero para los primeros ejemplos de farolas, tal y como las conocemos hoy en día –al menos en su forma–, tenemos que adelantar nuestro viaje al siglo XVI, en Francia. Los vecinos de las localidades de las principales urbes galas comenzaron con una costumbre que al poco tiempo fue popularizándose: colgaban pequeñas antorchas de luz en sus puertas para señalizar sus hogares. Años después, ampliando su ingenio, comenzaron a instalar este alumbrado en las esquinas de las calles.

Tuvieron que pasar los años para que se utilizara gas para el alumbrado público fue en 1807, en Londres. Mucho más seguro, pues las materia prima de las ciudades seguía siendo la madera, y también mucho más limpio. Desde aquel momento las grandes urbes del planeta empezaron a utilizar este sistema de iluminación. Era, ante todo, un garante de seguridad en esas pobladas regiones.

Y con las primera farolas, llegaron las profesiones asociadas a su mantenimiento y gestión. Nacía la figura del sereno Las primeras farolas de gas requerían de un farolero cuya labor era encender de manera manual estas luminarias y, por supuesto, apagarlas con las primeras luces del alba.

Para encontrar las primeras farolas eléctricas, y automáticas, hay que irse a 1875; todo gracias al trabajo de Pavel Yablochkov. Este ingeniero ruso creó una suerte de arco de acero con electrodos de carbón que empleaban corriente. Su ingenio fue utilizado por primera vez en París en 1880.

Innovación social

De Rumanía al mundo

Tras la prueba en París, las grandes ciudades de Europa comenzaron a utilizar la iluminación eléctrica, pero la primera en contar con este alumbrado en su totalidad fue Timisoara (Rumanía) que instaló más de 700 lámparas eléctricas. Todo un despliegue para los últimos suspiros del siglo XIX.

¿Y en España? La pionera en utilizar este sistema fue Comillas, en Cantabria. Pocos años más tarde, en 1905, se reemplazo la iluminación eléctrica –mucho más sensible y cara– por filamento por fluorescentes.

Más allá de los filamentos: todo un mundo de tecnología

Actualmente, la mayoría de las ciudades del mundo disponen de luminarias de vapor de sodio.  Son una de las fuentes de iluminación conocida que, hasta la fecha, estaban catalogadas por ser las más eficientes por la gran cantidad de lúmenes por vatio emitidos. Además, las más fáciles de reconocer por el color de la luz que producen: amarillo brillante.

El problema es que a este sistema le ha salido un duro, y muy eficiente, competidor: luces LED. La tecnología LED tiene la ventaja de consumir mucho menos que las luces convencionales y se puede conseguir mayor iluminación por menos consumo. Además de una mayor durabilidad que asegura instalaciones más sostenibles en el tiempo.

Cómo se puede ver, el alumbrado público ha sido una herramienta esencial para las ciudades. También es cierto que hay casos que se han convertir estas farolas en puntos Wi-Fi e incluso como cargador de coches eléctricos. En definitiva, tienen un papel muy importante para el desarrollo de las ciudades inteligentes.

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